Es aquella situación o comportamiento que se da cuando se prefiere una mayor seguridad y estabilidad que otras opciones que puedan tener un mayor riesgo.
La aversión al
riesgo es la actitud de determinados
inversores que prefieren la prudencia como actitud y una mayor seguridad en la recuperación de su inversión y en la obtención de ganancias, lo que implica que prefieren la tranquilidad y muy probablemente obtengan una menor
rentabilidad.
En relación con el riesgo, un inversor puede presentar una actitud de aversión o por el contrario, de búsqueda de la satisfacción derivado de ella. Esto depende de su situación económica y familiar, nivel educativo, edad, carácter o estado emocional. Las personas que hacen inversiones con mayor incertidumbre exigen mayores beneficios que compensen el riesgo.
En el caso de las
inversiones financieras la normativa europea
MiFID ( Directiva sobre
Mercados de Instrumentos Financieros) que entró en vigor en 2007, establece que las instituciones financieras deberán clasificar e informar a sus clientes si el
producto financiero que le ofrecen es adecuado a su perfil de
inversor, para evitar que sufra
pérdidas en su
patrimonio que afecten su nivel o situación económica.
Por ejemplo, supongamos que a una persona se le plantean dos escenarios. En el primero le ofrecen una rentabilidad de 5 € que recibirá con casi absoluta certeza. En la segunda opción hay dos posibilidades con la misma probabilidad, que reciba 10 € o que no reciba nada. Una persona adversa al riesgo preferiría cobrar los 5 € sin arriesgarse mientras que otra persona que quiera asumir el riesgo elegirá la segunda, por ser la rentabilidad mayor, a pesar de no tener la
seguridad de conseguirlo.