La solvencia está basada principalmente en la salud económica de la persona, autónomo, empresa, institución o país, que es producto de una buena gestión administrativa y la mejor utilización de sus recursos humanos y productivos y, secundariamente, en la influencia favorable del medio en que desarrolla sus actividades. Para poder determinar el grado de solvencia debe tenerse en cuenta su situación de endeudamiento, los
vencimientos de las deudas (cuándo tiene que pagarlas) y la estimación de los
cobros a recibir durante dicho
periodo de vencimientos.
Cuanto mayor sea el periodo a analizar, mayor es la
incertidumbre en cuanto a los cobros (al contrario que los pagos, que en su mayoría son conocidos o previsibles, tanto en cantidad aproximada como en la fecha del pago).
En el caso de las empresas, se puede hacer el análisis de solvencia a partir del balance de situación y cuando son grandes, al igual que las regiones y los países deben someterse a un análisis que asumen los compradores de sus bonos por las agencias de riesgos (
rating) si quieren conseguir dinero en los mercados financieros.
Es importante no confundir la falta de solvencia con la falta de
liquidez. Un
emisor solvente puede tener transitoriamente problemas de liquidez.